Jack Flores en la Feria del Libro de Huancayo.
En la plaza San Martin, de Lima |
Érase un vez un niño llamado Jack Flores que no soñaba ser escritor. Este niño se pasaba el tiempo leyendo revistas y periódicos. Y hasta cuentos. Su madre, una mujer comerciante natural del Cuzco, sabía de su terrible manía de leer, y lo recriminaba: "¿por que lees tanto? Mira que hasta te olvidas de comer. Te vas a enfermar." Y le prohibía visitar esos lugares: los alrededores de un mercado donde un señor pelado y gordo alquilaba revistas. Pero el niño, terco, a la salida del colegio iba siempre a esos lugares, y sentado en una banca larguísima empezaba a leer. "¿Por que no entiendes de una vez?", le repetía su madre, "saliendo del colegio debes venir directo a casa," y le daba de chicotazos. El tiempo fue pasando y el niño no cambiaba; ahora era su padre, un ayacuchano, quien lo sorprendía, y lo enviaba de regreso a casa. Otra vez era castigado. "Entiende, hijo, tú no debes ir a estos lugares, le recriminaba, tienes que ser una persona distinta, y terminar tu colegio." El niño se quedó pensando. Él había nacido en Lima, hijo de padres migrantes, con cinco hermanos, y no entendía el anhelo de sus padres: que sus hijos terminen el colegio y sean profesionales. Pero él, todo lo que quería era leer y leer. "Soy Águila Solitaria", se decía, y agitaba sus manos. "Soy Tarzán de los monos", clamaba, y se trepaba a los árboles cercanos a su casa, en San Juan de Miraflores.
"Entiende de una vez, no debes leer mucho, eso te va a enfermar", le decía un amigo. "Tanto leer te vas a volver loco", le dijo otro, pero el niño no cejaba. Terminó el colegio en el centro educativo César Vallejo 7069 y siguió leyendo y leyendo: revistas de aventuras, revistas de fútbol, y libros al fin; libros de cuentos y novelas: el jorobado de notredame, el soldadito de plomo, y más.
Entonces, de tanto verlo, algunos le decían. "¿qué, vas a ser escritor?", y él sonreía. Él no quería ser eso, solo leer, y entretenerse; pero tanto leer una tarde se quedó sin libros. ¿qué había pasado? Él se pasaba las tardes leyendo, pero esa vez había acabado de leer temprano, y no sabía qué hacer el resto de la noche. ¿Dónde conseguiría un libro a esa hora? Y desesperado e inconsciente se puso a escribir algunas frases con un lapicero; lo leyó y le gustó. Desde entonces, siempre que se quedaba sin libro se ponía a escribir sobre el papel blanco que estaba sobre su mesa. Entonces descubrió que podía ser escritor. Y la idea fue tomando forma, y fuerza, y eso lo asustó. Él no quería ser escritor, pero...
Le confió el secreto a su hermano.
"¿Qué?", le dijo su hermano, "¿qué cosas raras dices? Lo mejor será que aprendas un oficio práctico, como escritor te morirás de hambre."
Pero él, después de un breve tiempo, olvidó ese consejo.
Un día despertó asustado, habían pasado tres años y seis meses y la idea de escribir había cobrado más fuerza. ¿A dónde iría? él no quería ser escritor, solo buscaba leer en la soledad, pero tímidamente fue aceptando la idea. Entonces, le dijeron que allá, en el centro de Lima, había un señor de gafas que enseñaba a escribir cuentos y era autor de muchísimos libros. Entonces lo fue a buscar.
"Quiero ser escritor", le dijo. El señor de gafas le palmeó los hombros. "Bien, amigo", le dijo, moviendo la cabeza, paternalmente, "yo también tenía temor cuando quise ser escritor." Y le enseñó cómo debía escribir, los temas que tenía que recurrir, y el recorrido que habría que hacer por distintos lugares.
El niño que no soñaba ser escritor, el adolescente que no le interesaba ser escritor, el joven que no quería ser escritor, ahora estaba impulsado a serlo.
Después de un tiempo fue invitado a leer sus cuentos, esta vez frente al público, y luego motivado a publicar su primer libro. Su madre, después de ver su primer texto, emocionada, le dijo: "Ay, hijito, si hubiese sabido que ibas a ser escritor, no te hubiera pegado tanto", le acarició la cabeza. Su padre, que lo había criticado tantas veces, se le acercó para ofrecerle su ayuda: "avisa si necesitas dinero, para ayudarte". Y el hijo, joven ya, le respondió: "pero si no es necesario, puedo ganar algo por mí mismo", y le agradeció.
Pasó el tiempo, y en una lectura de cuentos al que fue invitado el novel escritor, al terminar, un muchachito se le acercó. "No sé si me puede ayudar,si estos cuentos están bien", le enseñó unas hojas desordenadas, escritos a lapicero, con una letra poco inteligible. "Ah, claro", sonrió el ahora escritor Jack Flores, "claro que te puedo ayudar, pero es mejor que escribas esos cuentos en computadora, para poder corregirlo mejor; así como está me voy a demorar en entenderlo." El adolescente tembló. "No te asustes", le calmó el escritor Jack Flores, "yo también tenía temor cuando quise ser escritor, y peor aun, me negaba a serlo. Así que no te desanimes, vamos, empieza tu recorrido." Y se despidieron.
Y colorín colorado....la historia del nacimiento de un escritor se ha completado.
Lima, 23 de julio de 2015
jack flores vega
Jack Flores al lado de Miss Rosi, mostrando su libro infantil El gallito que leía periódicos |
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